miércoles, 22 de agosto de 2012

Confabulación

Hoy el universo ha confabulado en mi contra.

Vayamos por partes:

- Mi abuela: Fue ingresada hace 10 días en el hospital, por un problema como el que ya tuvo el año pasado. En su momento el médico dijo que se iba a centrar en salvarle la vida, y que ya resolverían el problema más tarde. Bien. Pues un año después (que, obviamente, es más tarde), vuelve a darle exactamente lo mismo, así que ayer vuelta al quirófano. Aprovechamos que tiene bastantes hijos, y se turnan todos para hacerle compañía en el hospital.

-Mi abuelo: Tuvo un accidente hace un par de años, y desde entonces ha perdido parte de su independencia, así que siempre tiene que haber alguien con él para cualquier cosa que necesite. Empezando por el hecho de que no puede hablar, es obvio que si lo dejamos solo y le pasa algo, no puede ni hacer una llamada de emergencia. Aprovechamos que tiene más nietos que hijos, y nos turnamos todos para estar con él en su casa y atenderle en lo que le haga falta.

-Yo: He empezado a trabajar (sin cobrar un duro, eso sí) en la playa, ayudando en una escuela de surf. De paso la encargada me ha ofrecido apuntarme a una clase de mantenimiento físico todos los días por la mañana, así que me levanto pronto, voy a hacer ejercicio, voy a trabajar, le doy de comer a mi abuelo y paso buena parte de la tarde con él, luego voy a mis propias clases, y al final del día vuelvo a pisar mi casa, únicamente para ducharme y dormir.

Así las cosas, llego hoy a las 9 de la mañana a la playa, cargada de aparejos y con la comida para mi abuelo. No hay nadie en su casa, y tampoco contestan en casa de mi tía, así que dejo la comida de nuevo en el coche y me voy con mis aparejos a la playa. Normalmente los dejo en alguna de las casas, que están junto a la playa, ya que me hacen falta entre la clase y el trabajo (hay 5 minutos entre el fin de una y el comienzo de otro, justo el tiempo que tardamos en cambiar de playa).

Con mis cosas en la arena junto a las cosas de mi hermana, vamos a caminar. Aproximadamente una hora después, me dispongo de nuevo a dejar la comida en casa de mi abuelo. No hay nadie, y al ir a llamar para que alguien con llaves me abriese la puerta...¡No tengo mi móvil!

Llamamos, y da apagado. Tampoco aparece mi ipod. Le pregunto a un señor que estaba junto a mis cosas si había visto algo, y lo niega. Como nos parece que tiene una actitud bastante extraña, le pregunto si no lo tendría él "por casualidad". Obviamente, dice que no, y se ofrece amablemente a abrir la maleta. Todo bien, hasta que me enseña un bolsillo en el que sólo llevaba mechero y navaja. No mostró por completo el contenido de ningún bolsillo, e incluso dejó alguno sin abrir.

Así la situación, llamamos a la policía. Resulta que no pueden mandar a nadie, porque la ronda en esa zona no empieza hasta las 11 de la mañana, así que toca esperar.

Vamos a donde trabaja mi madre. Se queda mi hermana trabajando, y mi madre y yo (después de la bronca que me cae) vamos a cancelar la línea. Luego volvemos a la playa, llamamos de nuevo a la policía y esperamos hasta que vienen. Registran ellos la maleta del señor, que esta vez no tiene ni navaja. La policía nos dice que no pueden hacer nada, que intentemos localizar nosotras mismas el teléfono, que pongamos una denuncia y que no teníamos que haber perdido al tipo de vista (porque, claro, antes que ir a cambiar mis contraseñas y demás, es más importante estar hora y pico esperando a que los caballeros empiecen la ronda. Tiene gracia que empiece casualmente a la hora a la que llegan los chiquillos con balones a la playa. Porque para otra cosa no, pero para echar broncas a niños (NIÑOS) que juegan con un balón en la orilla de forma tranquila cuando hay poca gente, sí que están), ya que en cualquier baño de los que se dio (por algún extraño motivo después de que lo acusásemos cada vez se iba al agua) pudo haber escondido mis cosas en la arena o haberlas tirado al agua.

Total, que vamos a la comisaría y decimos que queremos poner una denuncia por teléfono robado. Nos preguntan que si sabemos quién lo robó, y, ante nuestra negativa, la siguiente pregunta que sale de la boca del caballero que orgullosamente lleva las siglas CNP bordadas en su polo es "Y entonces, ¿para qué denuncian?". Dice mi madre que si no les interesa saber que roban en las playas, y el chico sigue luciéndose: "Si yo lo sé. Me lo está diciendo usted". Ahí es cuando me quedo de piedra y le digo que me parece muy bien que él lo sepa, pero que yo quiero que lo sepa quien tiene que saberlo. Él responde que se lo comentará a los compañeros con tono de "quizás sea un buen tema para el almuerzo de hoy", o algo por el estilo, porque tampoco parecía que le fuese el sueldo en hacer ese trabajo ni nada parecido.

En ese momento fue cuando me dieron unas ganas inmensas de pedirle prestada la pistola (sólo unos minutitos, que no me gusta gorronear), y prometerle que no le iba a doler.

Con un "esto es España" de mi madre, y toda mi indignación en peso, fuimos a que cancelasen el móvil por medio del código IMEI. Espero que sea efectivo, porque con un poco de suerte lo único que va a tener va a ser un trozo de metal muy caro (de 572€, para ser concretos). Realmente no quiero otro iphone de vuelta. Quiero MI móvil de vuelta. La diferencia radica en que el iphone de vuelta no sería más que un cacharro bastante bonito, mientras que el otro era mi móvil. Yo lo quería por las fotos que tenía dentro. Y no es porque me lo hayan robado (pobre diablo aquel que necesita hacer infelices a los demás para conseguir un mínimo de alegría), sino que es algo que me pasa cada vez que me dan un móvil nuevo. El ipod, por su parte, no tenía gran cosa, pero me da pena porque le tenía bastante cariño.

Y esto, amigos míos, no es más que el colofón de un mes en el que, cuando mayor es la tranquilidad que disfruto, mayores son las ganas que me entran de romper en llanto sin motivo alguno.

P.D.: Y para terminar de quejarme, que conste en acta que no es el peor día de mi vida, ni las peores semanas, ni el peor mes. Puede que se encuentre entre los peores, pero no es el que se lleva la palma.

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