
La tutora había citado a mis padres, no sabía para qué. Bueno, vale, no era precisamente el mejor de la clase, pero dentro de lo que cabía me podía ir peor. En teoría, era una cita para un seguimiento rutinario, nada por lo que preocuparse. Nos sentamos los cuatro en mi aula, la tutora frente a mis padres y a mí. Empezaron a hablar, y yo me fui a mi propio mundo, pues sin duda me repetirían todo lo dicho en esa conversación muchas veces más. De repente, me sentí aludido. Presté atención y en seguida supe que se habían desviado hacia la decadencia que presentaban últimamente mis notas.
Entonces, lo hizo. Mi profesora hizo esa pregunta, sin ningún reparo o miramiento. Incluso con un deje de picardía:
-¿No estará enamorado?
Sentí que el mundo se detenía. Miré a mi padre, con su semblante serio aún fijo en la tutora. Noté un movimiento al lado mío. Sabía que mi madre trataba de verme bien la cara. Todos se habían callado, en espera de la respuesta que yo debía darles.Aún estaba helado, así que la observé por el rabillo del ojo. Noté que me clavaba una mirada inquisitiva. Parecía casi como si me estuviese pidiendo permiso para poder interceder por mí. Pensé en la cara de tonto que tendría que tener. Probablemente lucía una expresión de pánico, y la boca se me había quedado abierta. Esa angustiosa fracción de segundo, desde que mi profesora formulara su duda, acabó cuando me oí decir a mí mismo:

-Bueno, aparte de eso...
Bien por mí. Lo había dejado todo clarísimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario