
La otra noche, cuando me encontraba en la cama, en algún lugar en apariencia alejado del mundo de los sueños, sentí frío, me di cuenta de que, por cálido y cómodo que fuera el lecho, me faltaba algo. Me di cuenta de que sobre mi cabeza no estaba aquel cielo plagado de estrellas, de que ya no me envolvía aquella brisa cálida, y de

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